Cuando Katrina y yo encontramos en la mesa del salón Alice in Wonderland, la película, nos preguntamos por qué no la veíamos en ese justo momento. Así que después de hacernos una especie de caldeirada con bacalao y abadejo le dimos al play.
En primer lugar no entendimos por qué parte de la película (lo que viene siendo la voz del narrador) no venía subtitulada, pero, sin más miramientos, seguimos atentamente en su versión original la adaptación cinematográfica que Tim Burton ha hecho de esta centenaria aventura literaria creada por Lewis Carrol.
El guión que Linda Woolverton entrega a Burton refleja a una Alice de 19 años que cuando era niña cayó en un extraño país llamado Underland (Inframundo) que no Wonderland. Años más tarde de la aventura, la protagonista no recuerda apenas nada y durante todo este tiempo, el que Alicia ha empleado en crecer, la reina de corazones ha extendido su reinado de cruel locura por todo el Inframundo. Entre la resistencia, Alice, que tiene una vida real a la que ha de volver, se ha convertido en la única esperanza de liberación.
En el apartado artístico Helena Bonhan Carter borda su reprensentación de mala, tirana codiciosa y repugnante e infeliz fémina que es la Reina Roja de Corazones. Sin embargo, y pese a que le tengo especial estima, Johnny Deep desencanta, creo que sin ir más lejos se ha apoyado en el personaje alocado de Jack Sparrow sin dar pie a otro tipo de actitud para el personaje del Sombrerero Loco. Mia Wasikowska, con el papel de Alice, me ha dejado indiferente y Anne Hathaway, para la Reina Blanca, resulta absurda e insulsa con diferencia.
Sin embargo hay bastantes cosas que funcionan a la perfección en la película, como la capacidad hipnótica de las imágenes, el color, y la velocidad dentro del mundo onírico que representa; la impresionante caracterización de la Reina de Corazones y el desfile de personajes que la acompañan merece especial mención. Y si bien lamento que no se le haya dado más importancia a la relación Alice y los animales como recuerdo sí ocurre en el cuento, premio especial para cada plano en el que aparecen los simpáticos gemelos recién salidos de un cuadro de Botero.
Mención aparte para Danny Elfman, compositor musical inherente a las cintas de Burton. El trabajo que firma con Alice's theme es una brillante melodía donde los elementos de acción se revuelven con coros femeninos de lo más dulce y avivados, consiguiendo así la fuerza necesaria para que Alice in Wonderland te mantenga delante de la pantalla. Elfman, vibrante y emotivo, que ya me dejó boquiabierta en The Corpse Bride, es simplemte implacable en su éxito.
Resumiendo, Tim Burton ofrece al espectador lo que ya se considera una marca comercial: árboles ensortijados, rostros demacrados, facciones marcadas, y fuertes contrastes dentro de la estética gótica que siempre ha representado. Y quizás sea esto, que es más de lo mismo, lo que hace de Alice in Wonderland otra obra menor de este genial director. La cinta sirve para pasar un buen rato, como dice Boyero "es una película que ves y escuchas con agrado, pero el poso que deja es escaso". De todos modos, seguidores o no de Burton, no la dejéis escapar.
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