lunes, 21 de marzo de 2011


Hay días que me comería el mundo. Salgo de casa sintiendo la fuerza del sol en mi cara y eso me invade de energía. La necesaria para no pensar en mi destino ni mi infortunio. Simplemente me hace sentir viva, como esos días de lluvia en que caminas por la calle y las gotas se filtran por los poros del rostro...Te sientes fuerte y poderosa, y sino fuera porque todavía conservas un poco de vergüenza te pondrías a saltar charcos y farolas animando a la gente a unirse. ¿No sería acaso una auténtica lluvida de endorfinas?

Otros en cambio no soy más que un diminuto bichejo que sobrevive en un mundo de tiburones. Dudo de mi aspecto y hasta mi inteligencia. Siempre fui peleona y actitud no me falta pero cuando los seres de mi condición creemos que las cosas van mal y la melancolía nos invade no hay nada, absolutamente nada, que nos haga cambiar de juicio. Nos sentimos frustrados y vacíos mientras en nuestra cabeza y nuestro estómago se centrifugan molestas sensaciones.

Ayer tuve uno de esos días combinados. Brillaba el sol y yo con él. Me divertí con mis amigos hasta caída la tarde. Cuando llegué a casa el techo, las paredes, el olor a sábanas limpias y la última luz de la tarde que se filtraba por la ventana me hizo despojarme de mi tortura. 

Desconsolada descolgué el teléfono y llamé a un amigo.




a Carlos, Guz, Leti, Xia y Coloma...

4 comentarios:

  1. porque los amigos brillan contigo Marit!

    ResponderEliminar
  2. Cuando quieras, nos ponemos las Katiuskas, y vamos a saltar charcos juntas , por Madrid

    ResponderEliminar
  3. la tranquilidad que te dan las katiuskas, eso no tiene precio

    ResponderEliminar