martes, 13 de agosto de 2013

Indómita ciudad

Hoy se ha levantado temprano y ha ido caminando al trabajo. Le dolían los dedos y los tarsos que hinchados, tiraban de ellos a base de latigazos. Como el buey con el carro al subir Arniches. Pensó que no había sido tan buena idea lanzarse así de buena mañana a la calle, que aunque temprano, el calor caía ya a plomo sobre su manto. 

No podía ni volar

Los elefantes daban sacudidas al asfalto a su paso por Banco de España. Muy al estilo de sus primos los mamuts. Con la trompa saludaban a los monos, los kudus y algún ibis perdido de la noche anterior que vagaba por Cibeles en busca de agua dulce; y con la misma abrazaban a sus crías, tan tiernas ellas, ocultas bajo sus enormes orejas, gimiendo a través del marfil que brotaba en sus encías. Tan grandes y tan frágiles, pensó. 

Siguió avanzando y allí estaban en pie las arrogantes  jirafas,  encarnadas y estiradas. Jugaban con las perlas de su cuello mientras hacían un democrático escrutinio bajo sus gafas diamante en el paso de cebra de Recoletos a Colón. Pobre la cebra, sumisa, que si ayer le tocaron las blancas...hoy era el turno de las negras

Quiso atravesarse un pelícano en su camino
Abrió sus alas con tremendo esfuerzo
Cerró los ojos
Y voló de nuevo



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