Hay noches en las que simplemente no puedes dormir. O lo hacías, pero de repente te despiertas. Das vueltas en la cama, giros de 180º, te estiras, te acurrucas, hasta te haces ovillo... y nada. Pruebas con el clásico abrazo de la almohada, pones la cabeza encima, debajo...y nada...
Entonces es cuando enciendes la luz y penetra en tu pupila no dejándote ver. ¡Mierda!. La apagas. No puedes más. Otra vez la historia de siempre...Cada día tengo más claro que padezco una mezcla de eso que llaman insomnio intermedio (despertares durante la noche) e insomnio terminal (despertares antes de lo planeado por la mañana).
Y al día siguiente te duele la cabeza, porque cuando no descansas las migrañas se pelean entre sí dentro de tu sien para recordarte, a modo de jaqueca, que siguen ahí, que pese a los múltiples tratamientos farmacológico, varias sesiones de acupuntura y horas de relajación no te abandonarán jamás. "Crónicas" era la palabra que hacía eco en mi cabeza en la consulta del neurólogo. Sólo de pensar en mi sistema vascular cerebral se me hincha la cabeza.
Y precisamente hoy hablaba con un amigo por chat de algo similar. Me contaba que hacía tiempo que sus noches se estaban convirtiendo en auténticas pesadillas, en el sentido literal de la palabra. Su trastorno del sueño empieza a preocuparle con sueños que se repiten en alguna ocasión. Yo le digo que probablemte esté estresado porque, dicen, una pesadilla es síntoma de estrés. Pero ahora mientras leía sobre el subconsciente me encuentro con que normalmente cuando uno se despierta en medio de la pesadilla no vuelve a sufrirla al quedarse dormido. A mi amigo esto no le pasa, y es por esto que ahora mismo me veo inmersa en pestañas abiertas de mi explorer sobre la teórica del sueño.
Un tercio de la población padece trastornos de sueño. Y nada menos que el 50,4% de los adolescentes sufre entre cuatro y cinco veces al mes la sensación de caída al vacío mientras duerme... ¡Con lo importante que es para la salud domir bien!...paradojas de la vida.
Ser atacado o perseguido, la pérdida de algún ser querido o la caída de dientes son las pesadillas más comunes que reflejan estres. Algo así como la llamada de emergencia de nuestra superficie subconsciente a la consciente mientras dormimos. No resulta agradable su sensación pero hace que prestemos atención a nuestros desequilibrios y encontremos posibilidades de cambio en aspectos de nuestras vidas.
Es obvio el por qué recordamos las pesadillas: hacen que nos sintamos mal. Pero me pregunto por qué no siempre recordamos los sueños. Supongo que, además de que la cultura occidental no observa los sueños de manera especial, las prisas al levantarnos nos impide hacer reflexión sobre nuestra vida nocturna.
Me propongo pensar en ello...
Ahora, me voy a la cama
Hasta mañana
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