-¿Dónde estás?
Y una imagen sellada en mi memoria, la de un hombre postrado y abatido frente a los cirios que durante días vistieron la Puerta del Sol. Rezaba aturdido y en bucle esta frase:
"Vuestra guerra, nuestros muertos..."
-En casa, ¿qué hora es?-dije con voz dormida
-Son las 8 y media. Escucha...
-¡Mierda, me he quedado dormida!
-Escucha Mari, por la tele. Ha pasado algo gordo en Madrid...pon la tele
-....¿qué pasa?-
Por aquel entonces vívía en una buhardilla muy cerca de la Puerta del Sol. Encendí la tele que difícilmente podía escuchar debido al sonido de las ambulancias y los helicópteros que se filtraba dentro de mi casa. Me asomé a la ventana y no recuerdo si vi dos, o tres o cuatro sobrevolando la zona. Miré a la pantalla que estaba en lo alto de la estantería del salón y el impacto de aquellas imágenes hizo que me preguntara si aquello era real o no. Pestañeé varias veces. No podía ser cierto. Releí una y otra vez los rótulos de la tragedia en el televisor. No había duda. Aquello era Madrid. Apenas llevaba un año en la ciudad, tenía diecinueve años y aquello se me venía no grande, sino ENORME.
Escuché a mi hermano de nuevo al otro lado del aparato, que seguía contándome con detalle lo que todavía yo estaba intentando procesar. Cris, mi compañera de piso, había llegado bien a Vigo después de su viaje en tren la noche anterior, así que estaba sola en casa, como otras tantas veces, pero en esta ocasión me sentí infinitamente sola...
Salí de la ducha sin mucha idea de cuál era el siguiente paso que debía seguir cuando sonó un teléfono en mi habitación. Era el de Tonia, una amiga mallorquina, que se lo había olvidado la noche anterior en casa. La voz grave de su padre me alarmó de nuevo con lo ocurrido. Tonia no estaba conmigo así que tenía que salir a buscarla, darle su teléfono y ponerla en contacto inmediatamente con su familia. No tuve que andar mucho, cuando bajé a la calle la encontré nerviosa al doblar la esquina. Y, aunque mi hermano ya había conseguido contactar conmigo, sentí que debía llamar igualmente a mi madre, decirle que yo estaba bien; así que después de muchos intentos fallidos por falta de cobertura conseguí hablar con ella. Su voz se traducía en lágrimas, alertas, cuidados y cierto miedo. Mucho, diría yo.
Ya en la calle mi teléfono móvil no dejaba de darme avisos de llamadas que no conseguían señal. Familia, amigos.Cuando una tragedia como la del once de marzo ocurre en una ciudad tan grande como Madrid, lejos de los tuyos, todos se preguntan en qué punto exacto te encuentras de la ciudad, qué has hecho esa mañana, dónde has dormido....La ciudad se había colapsado, no había cobertura en la calle y la gente se movía sin rumbo. Muchos lloraban y todos repetían la misma frase al otro lado del teléfono "estoy bien, estoy bien..." y yo, mientras hacía cola con Tonia para donar sangre, no tenía muy claro ni qué hacer ni qué narices había pasado. Estábamos mudas,observándolo todo a nuestro alrededor. El por qué ya era demasiado preguntar... Nuevas ediciones de prensa abarrotaban los quioscos, cuarenta, sesenta...así hasta llegar a más de un centenar de personas que perdieron la vida en lo que más tarde se llamó "trenes de la muerte". Sin escrúpulos ABC y el diario La Razón publicaban portadas espantosas que bien merecen punto y aparte.
El debate estaba en la calle, y el momento político que vivía España a tres días de las elecciones dio pie a múltiples hipótesis y declaraciones. Pero más allá de eso, esa mañana de marzo en la que brillaba el sol la ciudad se quedó helada y 191 personas, que viajaban en tren como cada mañana, fueron asesinadas. Casi dos mil resultaron heridas.
Todavía hoy al recordar ese día, y los días que le siguieron y que viví con mi amigo Guzmán, se me pone la piel de gallina y las lágrimas se me suben a los ojos. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando pienso lo que llovió día siguiente, doce de marzo, en el que todos, miles de personas, nos echamos a la calle. Madrid exigía respuestas. A Tonia, que se había operado de menisco, le falló la rodilla en medio de la manifestación. No había hospital para ella dada la catástrofe así que ir al aeropuerto y volar de inmediato a su casa en Palma fue la solución.
Recuerdo esos días como algo terriblemente inquietante. Por aquel entonces tenía una grabadora de cassete. Todavía conservo la cinta con cientos de voces en ella, incluso la de Cristina Almeida rebosante de felicidad la misma noche que Zapatero ganó las elecciones.
Y una imagen sellada en mi memoria, la de un hombre postrado y abatido frente a los cirios que durante días vistieron la Puerta del Sol. Rezaba aturdido y en bucle esta frase:
"Vuestra guerra, nuestros muertos..."
Dios, no me había dado cuenta de qué día es hoy!Estoy en la pola completamenet. Por cierto, ¿quién es Tonia?
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ResponderEliminarjo! esta mañana cojiendo el tren en Atocha lo pensaba... es 11M! se me han puesto los pelos de punta y por un segundo he sentido miedo. Como una hormiguita mas que va a trabajar, insignificante...
ResponderEliminarDespues mala ostia, efecto de los titulares ...de hoy... el curioso incidente del metrobus, y la pasta que me dejo en el abono trasporte.. pensaba en desesperanza, si, la presidenta de la comunidad...
l
Y acto seguido me he partido el culo al leer, "el metrobus no existe, son los padres".
y asi, otro 11 M, que no se me quedara grabado como el de hace 7 años. Lejos de Atocha y lejos de creerme las mentiras de los del club de la desesperanza.
A mi me pilló "pequeña". Tenía 14 años y recuerdo llegar al instituto y que mis profesores dijeran "ha habido un atentado en atocha". Por aquel entonces mi madre cogía el tren todas las mañanas bien temprano para ir a trabajar y recuerdo que un miedo me recorrió la espina pensando en que habrías sido de ella. A aquella edad todavía no iba con mi teléfono móvil a todas partes y no lo llevaba a clase. Pedí que me dejaran llamarla pero no respondía. Eran las 10:00 cuando conseguí hablar con ella. Me relajé y en aquel momento el 11-M terminó para mí. Es decir, en ese momento poco me importaba la política. Recuerdo los "no a la guerra" en las aulas y a mi padre diciéndome que aquello no era una guerra. Recuerdo también las eternas especulaciones de si fué ETA o Alqaeda, un golpe de estado o una maniobra para que llegara el PSOE al poder.
ResponderEliminarEl 11-M empezó a importarme años después, cuando empecé a ir cada mañana al centro y comprobé por mí misma la magnitud de aquello. A veces,cuando llegaba a atocha y hacía el correspondiente transbordo me detenía arriba, en el cambio de andenes, y miraba el fluir de la gente pensando en lo horrible que tuvo que ser aquello. En el daño que debió hacer, en el caos, en la gente, en el miedo, el humo, la sangre.
Me conmueve especialmente porque el tren que he cogido durante cinco años para ir a la universidad es el de la linea del pozo. Muchas veces trataba de imaginar como debió ser aquello, ir a clase, a trabajar, como un día cualquiera, un día más, y de repente...FIN
Suelo acordarme del 11-M los días que hay más afluencia en Atocha, en las horas puntas, no me acuerdo los 11-m, me acuerdo muchos días y todos diferentes, y lo hago porque en mi opinión no fue un 11 de Marzo, fue un día cualquiera, podría haber sido 13 de Abril, o 20 de octubre. Aquél 11 de Marzo fueron ellos, pero podría haber sido yo un 24 de Mayo.
No debemos olvidarlos porque todos somos el 11-M y debemos entenderlo porque una parte de todos los madrileños murió allí