What a strange day...such memories...

Es extraño estar en casa de Leti sin Leti, el fontanero por llegar, un gato tumbado a mi lado (por fin me he ganado a Bruno) y el otro, Conguito, mirándome todavía por debajo del sofá...Hace muchos años que conozco a Leti, Lechu que la llamo yo...La recuerdo el primer día de clase en la universidad sentada con su melena rizada. Su sonrisa ya era poderosa. Enérgica, activa, soñadora...esa es Leti, una mujer que ríe incluso en tiempos de tormenta, fuerte como el acero y sensible como las flores. 

Por aquel entonces, hace ocho años ya, las dos éramos novatas en la ciudad. Yo venía de una etapa extraña viviendo en Santiago cuando pasé a ocupar una monísima buhardilla en el centro de Madrid. De mi pelo colgaban conchas de playa, vestía chaquetas de lana gorda que me hacía la abuela y escuchaba Andrés Calamaro, The Cure y clásicos del jazz. Lechu venía de Soria, pilotaba los mundos de La habitación roja, Lucía Etxebarría y amaba fervientemente a Liam Gallagher. Éramos y somos diferentes pero en algún momento nuestras vidas decidieron ir a la par cuando compartíamos aquel proyecto de bungalow fabricado en tiempos de guerra en las Tierras Bajas. Al volver de Holanda ella se mudó al barrio, visitó Galicia y las historias entre nosotras comenzaron a multiplicarse en la calle y en el sofá.

Conguito empieza a acercarse a mi. Me huele, se aleja... vuelve a acercarse para olerme de nuevo. Restriega su cola. ¡Bien!. El sol entra por la ventana y la casualidad, y no miento, hace que suene What a strange day, Dr Dog...